Un maestro de musica de Ciudad Delgado

El Buen Profesor Polanco: Un Tributo a la Memoria de un Maestro Inolvidable


El eco de la música en los recuerdos


En cada rincón de Ciudad Delgado, donde las calles evocan historias que se niegan a desvanecerse, hay un personaje que muchos de nosotros, quienes estudiamos en la década de los 80, llevamos grabado en el corazón. No es una figura pública, ni un héroe de estatua en la plaza central. Es un maestro. Un maestro con guitarra en mano, alma de trovador y corazón de pueblo. Su nombre: el señor Miguel Angel Polanco.


Su presencia no pasaba desapercibida. Con su inseparable carrito rojo y negro, y si la memoria no me falla, era un Toyota Corolla de los 70, recorría los centros escolares de la zona de Ciudad Delgado y SanSalvador, llevando consigo más que clases de música. Llevaba historias, emociones y enseñanzas que, con el paso de los años, se volvieron parte esencial de la memoria colectiva de quienes fuimos sus alumnos.


El Maestro que Enseñaba con el Corazón


El señor Polanco no era un maestro cualquiera. Su cátedra de música no se limitaba a la técnica fría de aprender la escala musical. Él hacía que la música se sintiera, que el salón de clases se convirtiera en un espacio de creatividad y emoción. Su forma de enseñar era mágica, de esas que solo comprendes cuando miras hacia atrás y te das cuenta de que, sin saberlo, estabas aprendiendo mucho más que música.


Su lugar predilecto fue la Escuela Urbana Mixta Reino de Holanda, donde su servidor estudió de primero a noveno grado. Allí, su clase se distinguía de todas las demás. Los cánticos no eran solo ejercicios escolares; eran celebraciones culturales. Las canciones de Pancho Lara, con su poesía autóctona, se convirtieron en el repertorio obligado: El Carbonero, Chalatenango, Coatepeque y Nísperos de Miel. No era solo un aprendizaje musical, sino una conexión con nuestras raíces, con la identidad salvadoreña.


Su inseparable guitarra y la magia del canto colectivo


El profesor Polanco no daba una clase común. Su fiel guitarra era la protagonista de cada jornada. La llevaba consigo a todos lados, como un caballero lleva su espada. Con ella, nos enseñó a cantar a coro, a elevar la voz, a jugar con los tonos y a comprender el lenguaje de la música. No solo se trataba de aprender la escala musical; se trataba de sentirla.


Profesor musical de Ciudad Delgado


El ritual era el mismo: la guitarra sonaba, el profesor Polanco marcaba el ritmo y, juntos, todos los alumnos entonábamos las canciones. Lo que parecía una simple actividad escolar, con el tiempo se convirtió en un recuerdo inquebrantable, de esos que emergen cada vez que escuchamos las primeras notas de El Carbonero en la radio o en una celebración nacional.


El “Pajarillo” de la Escuela Reino de Holanda


Sin embargo, si hay una canción que encapsula la esencia del maestro Polanco, esa es la inolvidable "Pajarillo". No era una pieza cualquiera, sino una composición propia que surgió de la unión de talentos entre el maestro y un alumno. La canción se convirtió en un himno no oficial de la Escuela Reino de Holanda y sonaba cada lunes o día de mercado.


El "Pajarillo" no era solo una melodía pegajosa; su letra tenía la profundidad de una poesía cargada de simbolismo y emoción:


"Era ruiseñor de primavera, que exigía que las flores no perdieran su color.

Era un pequeño pajarillo, que imploraba con su canto, la llegada del amor."


El coro, potente y memorable, decía:


"Pero Dios recogió todo su llanto,

y cantó en el cielo santo,

la canción de El Salvador."


Estas palabras aún resuenan en la mente de quienes la cantaron. No solo era una canción escolar, era una súplica por la pureza y el amor en un contexto donde la realidad salvadoreña era compleja y dolorosa.


Un Adiós que Marcó a una Generación


Pero, como sucede con los grandes maestros, el destino le tenía reservado un final digno de su legado. Hacia el año 1989, el profesor Polanco dejó este mundo, pero no sin antes recibir el tributo de sus alumnos. La misa de cuerpo presente se celebró en la Iglesia Aculhuaca de Ciudad Delgado, y hasta el cementerio lo acompañó un grupo significativo de estudiantes del tercer ciclo de la Escuela Reino de Holanda. No fue un adiós cualquiera. Fue un homenaje sentido y genuino, el reconocimiento a un hombre que había dejado huellas imborrables en sus vidas.


Ver a decenas de estudiantes caminar juntos para despedir a su maestro fue un testimonio de su grandeza. No había premios ni medallas en su honor, pero no hacían falta. Su legado estaba en cada uno de nosotros, en cada canto, en cada melodía que todavía podemos tararear.


El Legado de un Gran Hombre


No todas las figuras heroicas están en los libros de historia. Algunas, como el profesor Miguel Angel Polanco, habitan en la memoria de quienes tuvieron la fortuna de cruzar su camino. No recibió condecoraciones nacionales ni su nombre aparece en las calles de Ciudad Delgado, pero su recuerdo permanece vivo en las historias que aún contamos.


El maestro Miguel Angel Polanco nos enseñó algo más que música. Nos enseñó la importancia de la cultura, la identidad y la unidad a través del canto colectivo. Nos mostró que, con una guitarra en la mano y la pasión en el corazón, se pueden forjar lazos que resisten al tiempo.


Su historia es un ejemplo de cómo la educación trasciende las aulas. El aula se vuelve la vida, el maestro se convierte en mentor y las lecciones se transforman en recuerdos imborrables.


Conclusión: Recordar para no olvidar


Hoy, cuando se habla de la importancia de la educación artística en las escuelas, recordamos al profesor Polanco, aquel hombre que dedicó su vida a transmitirnos amor por la música, la cultura y la identidad salvadoreña. Su figura no se borrará porque su enseñanza vive en cada alumno que alguna vez se paró en la Escuela Reino de Holanda, entonó el Pajarillo y se dejó llevar por la magia de la música.


Este homenaje es solo una muestra de gratitud para un maestro que nunca será olvidado. Si tú, lector, tuviste la dicha de conocerlo, o dio clases en tu centro de estudio, seguro recordarás su voz, su guitarra y ese carrito rojo y negro que recorría los caminos de Ciudad Delgado. Quizá aún resuena en tu memoria la melodía del Pajarillo, con su ruiseñor de primavera y el canto de amor.


Y si no lo conociste, ahora sabes que entre las aulas de El Salvador hubo un hombre de apellido Polanco que, con una guitarra en la mano, supo despertar el amor por la música y la cultura en sus alumnos. Porque la memoria de los grandes maestros nunca muere; vive en cada uno de nosotros.


¿Te gustó este homenaje?


Si disfrutaste de este tributo al maestro Miguel Angel Polanco, te invitamos a seguir explorando el blog. Encontrarás otras historias sobre personajes notables, relatos de antaño y las memorias que nos conectan con nuestro pasado. Porque recordar es una forma de mantener vivos a quienes ya partieron.


Y si aún recuerdas la letra completa del Pajarillo, no dudes en compartirla. Será un honor poder rescatar la canción completa y dedicarle un espacio especial en nuestra memoria colectiva.


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Recordar es honrar, y hoy hemos honrado al buen profesor Miguel Angel Polanco. Que su memoria siga viva en cada rincón de Ciudad Delgado y en cada nota que suene en el corazón de sus alumnos.