Los Finados de Aculhuaca de 1860: Un Viaje al Patrimonio Funerario de El Salvador
Por Marcelo Perdomo Barraza, arqueólogo salvadoreño
El estudio del patrimonio documental funerario en El Salvador nos permite entender no solo las prácticas mortuorias de la época, sino también el contexto social, económico y cultural en el cual se desarrollaban. Este artículo explora el caso de los finados de Aculhuaca en 1860, con el objetivo de reconstruir aspectos de la vida en este antiguo municipio y comprender la importancia de la documentación funeraria en la construcción de la memoria histórica.
El Contexto de El Salvador en 1860
Para entender Aculhuaca y su patrimonio funerario, debemos contextualizar El Salvador de 1860. Tras la disolución de la Federación Centroamericana, el país estaba en un proceso de consolidación política. En ese entonces, el General Gerardo Barrios ejercía el cargo de presidente hasta diciembre de ese año, y San Salvador estaba bajo la autoridad de José Rosales. La vida urbana incluía la ejecución del Decreto Legislativo de 1853 sobre la venta de solares y la reparación de viviendas abandonadas, mientras la ciudad era testigo de movimientos culturales, como la inauguración de una Academia de Baile y la primera sesión de la Sociedad de Artesanos en la Universidad de El Salvador.
Aculhuaca: Un Municipio con Historia
Aculhuaca, situado en una planicie rodeada de barrancos y cercano a la capital, tenía una población estimada de 924 habitantes en 1860. Este municipio, mencionado por el censo de Ignacio Gómez en 1858, contaba con numerosos labradores, jornaleros, curtidores y alfareras, reflejando su economía agrícola y artesanal. La comunidad, mayormente indígena y hablante del náhuatl, había sido influenciada por los acolhuas, una población de origen mexicano que se asentó en la región junto a los tlaxcaltecas, según los estudios de historiadores como Lardé y Larín.
La Iglesia y las Costumbres Funerarias en Aculhuaca
La Iglesia Católica jugaba un rol esencial en la vida de los habitantes de Aculhuaca, y las prácticas funerarias de esta comunidad eran reflejo de un sincretismo entre tradiciones indígenas y ritos cristianos. La iglesia local, construida con una estructura modesta, era el lugar donde se celebraban misas y se organizaban procesiones anuales en honor a los fallecidos. El obispo Andrés de las Navas Quevedo, en 1689, menciona que Aculhuaca contaba con una iglesia de techo de paja, que albergaba una cofradía dedicada a la Santa Cruz, la cual realizaba misas anuales en honor a los finados.
Registro de Defunciones en Aculhuaca
En el libro de defunciones de Aculhuaca para 1860, se documentan nueve fallecimientos, de los cuales seis corresponden a párvulos, término que hace referencia a niños pequeños. Estos registros permiten identificar las familias de la comunidad, como los Vásquez, Martínez y Gutiérrez, evidenciando el tejido social de la época. La documentación muestra que, aunque se brindaban los "santos sacramentos" a los fallecidos, no se registraban las causas de muerte, lo que limita la posibilidad de realizar un análisis de salud histórica del municipio.
Los Censos y la Administración de Aculhuaca
El censo de 1858, promovido por el Ministro Ignacio Gómez, fue uno de los esfuerzos por conocer la situación de los municipios salvadoreños, y Aculhuaca es uno de los pocos municipios que se menciona en estos registros. En 1860, el municipio poseía terrenos fértiles y producía alimentos como maíz, frijoles y plátanos, esenciales para el abastecimiento de San Salvador. Este registro demográfico detalla las profesiones de los habitantes, incluyendo labradores, costureras y jornaleros, quienes formaban la estructura económica de la comunidad.
La Transformación de Aculhuaca: De Municipio a Ciudad Delgado
A lo largo de los siglos XIX y XX, Aculhuaca experimentó varios cambios administrativos. Originalmente parte del distrito de San Salvador, fue anexado como barrio a la capital en 1901 y más tarde, en 1935, se fusionó con Paleca y San Sebastián Texincal para formar la Villa de Delgado. Este cambio marca la desaparición del antiguo municipio, que eventualmente se convirtió en Ciudad Delgado en 1968, un importante centro urbano de San Salvador.
Los Retos de Preservar el Patrimonio Documental
La conservación del patrimonio documental funerario en Aculhuaca ha enfrentado varios desafíos. La documentación parroquial, a menudo descuidada por las autoridades, se encuentra deteriorada o extraviada. Los archivos de defunción, por ejemplo, permiten conocer el estado de salud y las causas de muerte en la población, aunque muchas veces los detalles se perdieron con el tiempo. El camposanto de Aculhuaca, donde se decía que estaba la tumba del Pbro. Juan Bertis Malespín, fue desmontado para dar paso a la construcción de una nueva iglesia en los años 80, en la cual se encontraron osamentas que fueron trasladadas al cementerio municipal.
Conclusiones y Relevancia del Estudio
El análisis de los finados de Aculhuaca nos permite adentrarnos en el pasado de una comunidad que, aunque extinta, dejó una huella en la historia de El Salvador. La investigación sobre los registros funerarios y demográficos de este municipio no solo revela detalles de la vida cotidiana y las costumbres funerarias del siglo XIX, sino también la importancia de preservar estos documentos para futuras generaciones. La construcción de una base de datos digital de los archivos funerarios sería una herramienta invaluable para la investigación genealógica y la comprensión de la evolución social y económica de El Salvador.
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Referencias
1. Barberena, I. (1998). Monografías departamentales. San Salvador: Dirección de Publicaciones e Impresos.
2. García, M. Á. (1950). Diccionario Histórico-Enciclopédico de la República de El Salvador.
3. Jacinto, E. E. (2012). Endoetnografía del municipio de Ciudad Delgado.
4. Larín, J. L. (2000). Historia de sus pueblos, villas y ciudades.
Este artículo destaca la importancia de la documentación funeraria para entender la historia y el patrimonio de comunidades como Aculhuaca, subrayando la necesidad de conservar estos registros y de crear conciencia sobre su valor en la memoria histórica de El Salvador.